La espera-(Grabado) Miguel Angel Brenes Paniagua
EL CORTO Y LARGO VIAJE HACIA LA NADA
Hace
muchos años inicie esta novela y aun no
la he terminado de escribir. Tengo, podría decirse, toda la historia en mi cabeza,
son cerca de 10 o 12 capitulos. De momento he escrito unos 3 o 4 y toda esta desarmado cual un rompecabezas. Inicialmente
se llamaría ¿Existes, Daniel? Pero en las últimas semanas decidí que se llamara El Corto y Largo Viaje
Hacia la Nada… Es la historia de un adolescente que quiere salir adelante con sus ideales, ser el mejor músico, pintor
y escritor que alguna vez haya visto este planeta, ser feliz, enamorarse, triunfar.
Pronto descubrirá que no todo lo que brilla es oro, y que la vida no es tan fácil
y simple como parece. Atormentado
tras la partida de su primer amor, se hunde en el caos y la desesperación tratando
de encontrar respuestas a sus preguntas ¿quién soy, de donde vengo, hacia donde
voy, vale algo la vida, tiene sentido todo lo que me han dicho desde que era
niño? Se rebela e inicia un viaje atraves de un incierto camino, tras leer el Fausto de
Goethe cree que lo mejor será vender su alma al diablo con tal de conseguir
todo, si el pudo porque yo no, se dice así mismo…Admira los grandes músicos ,
pintores y escritores, ellos son su amigos , ellos son quienes lo guían, son como luces en la
oscuridad de la senda que decidió seguir, Conversa con gentes diferentes con tal de
lograr esa respuestas: un filósofo una monja, una prostituta un cura, un
ebrio y algunos otros personajes que irán
apareciendo conforme Daniel los encuentre
en su incesante búsqueda de sus fantasmas. Daniel sobrevive su juventud y su etapa adulta, se casa, se divorcia, y se
olvida por algunos años de todo. Cuando se percata que su vida está en el
umbral de la vejez nuevamente se replantea sus meditaciones juveniles y divaga solitariamente.
Casi no tiene amigos, y esto le ayuda a reflexionar seriamente lo acontecido en
todo su tiempo de vida. Se percata que
la respuesta que buscaba la había encontrado mucho tiempo atrás, la sabía pero
solo los años le confirmaron su validez…En su lecho de muerte, Daniel sostendrá
su ultimo dialogo donde revela lo sabido,
y tras esto, partirá infinitamente feliz hacia la Nada… Algo así por el
estilo es la novela... De momento dejare un primer PDF para descarga, son unas
17 páginas digamos que corregidas y no, pero de momento no es importante para
mi ni para quien se atreva a dedicarle unos minutos de su tiempo a esta lectura...
Dentro de un par de semanas publicare el segundo PDF de este primer capítulo
que si se llamara ¿Existes, Daniel? Meditaciones
y divagaciones de un adolescente o cosa por el estilo y después el número 3. El
primer capítulo consta de unas 40 páginas o por ahí.- Conforme organice los
manuscritos que tengo por ahí en mis viejos cuadernos los iré publicando…
I
¡Vaya día este!, pensó para sí mismo
Daniel, y dejó escapar un ligero bostezo. Será mejor que me vaya a dormir y, sin pensarlo dos
veces, recogió los libros y libretas de su escritorio, las guardó- celosamente
con llave- en una de las gavetas y de inmediato apagó la lámpara de su estudio.
Estaba cansado, muerto de sueño...Desnudó de luz fluorescente la cocina vestida
de oscuridad y se dirigió al grifo del fregadero, para conseguir un poco de
agua fresca y píldora en mano, tragarse aquel molesto medicamento contra sus
terribles y constantes desvelos. Pesadamente, se marchó en seguida rumbo a su
habitación, la cual lo recibió con una enorme frialdad - como de cadáver -;
encendió la lámpara de neón, para dirigirse al ropero en busca de sus pijamas,
pero antes de ponérselas, echó un vistazo al espejo: notó que su rostro lucía sumamente
demacrado, se alisó el pelo y cerró las
viejas portezuelas del ropero. Un olorcillo a naftalina se desvaneció tras su
última acción de esa noche. Al apagar la
luz de su cuarto, detrás de ella desaparecieron: los recortes de
periódico pegados en la pared y las
fotografías de sus actos más significativos de su niñez. Desaparecieron en el
mismo momento, su pequeño radio a transistores, su mesita de noche, su
guitarra y su piano, él mismo...
¡ Buenos días, mamá !, exclamó Daniel, mientras se sentaba a la mesa, listo para el desayuno de esa mañana.
¡ Buenos días, mamá !, exclamó Daniel, mientras se sentaba a la mesa, listo para el desayuno de esa mañana.
¡Buenos
días, Daniel!, replicó su madre,¿ dormiste bien ?
¡Sí, mamá!
¡Gracias!, contestó él, al tiempo que se servía una taza de café.
¡Apúrate, hijo!
Ya casi son las siete y treinta y perderás el autobús, le recordó su afectiva
madre. ¡Tengo unos minutos más todavía, mamá, dijo, al tiempo que apuraba su
café. Al concluir, recogió los libros y con un rápido y lacónico - hasta luego,
madre - salió. Al llegar a la parada, el bus se aprestaba a salir. Tomó un
asiento cerca de la ventana, se acomodó lo mejor que pudo en el destartalado
chunche y se dispuso a leer. Abrió una de las páginas de su libro y leyó: “...no hay en el mundo un solo hombre, profesor,
clérigo o monje, que sepa tanto como yo; ninguna duda me detiene, ningún
escrúpulo me remuerde; no temo al infierno ni al diablo..."; cerró de
golpe el libro; meditó durante un breve segundo: “...si yo pudiera conseguirlo;
si tan solo tuviera mi oportunidad. Creo que no me echaría atrás, pero...
¿Existe el diablo? ¿Podría yo..?, repentinamente, una voz le sacó de su
reflexión.
¡Daniel, Daniel!
¿Cómo estás?-
Aún ensimismado
en sus pensamientos, creyó reconocer el
rostro familiar de uno de sus compañeros de clase, dijo:
_ ¡Ah, eres
tú! ¿Cómo te va?-
- ¿Y quién
más podría ser...? ¿Qué te pasa? ¿Duermes aún?
_ ¡No, por
supuesto que no! -, contestó Daniel, ya un poco más concentrado en su amigo, y
mintiendo le dijo:
¡Es que
repasaba mentalmente la lección!, creo que hoy tendremos examen-, mientras
cerraba por completo el libro.
- ¡Sí!,
algo así dijo el profesor ayer... Bueno, pero cuéntame que hiciste anoche, pues
traté de localizarte en el centro y nadie supo darme razón de dónde podías
estar...
La charla con su amigo, puso fin a todas sus reflexiones
por el resto del trayecto hacia la Universidad. Al llegar a su destino, ambos
se dirigieron presurosos hacia el aula; uno que otro compañero charlaba o
discutía, sobre diferentes tópicos filosóficos. Sonó el timbre de entrada, y
segundos después, el Profesor Ruíz, se acomodaba en la silla de su escritorio;
dirigiéndose al grupo, exteriorizó:
-¡Buenos
días, jóvenes! Quiero comunicarles que la prueba sobre filosofía, se ha
pospuesto hasta nuevo aviso.
Ahora, por
favor, continuemos con La República, página xx:
“¿No sabes
que nuestra alma es inmortal y que no perece jamás ?...-Brotaron los
comentarios, las observaciones-tanto del profesor como de sus alumnos -¿Es el
alma inmortal? ¿Es mortal? ¿Existe siquiera? Daniel, escuchaba, y en un momento
de descuido, algo le gritó por la parte trasera de sus orejas –
¿Y tú que
crees, Daniel ?... ¡Yo te digo que sí existe el alma!, pero ¿De qué te sirve si
no consigues tus metas ?...
Daniel,
escuchaba su propia voz interior; voz de sus meditaciones; hacía tiempo ya, que
venía dándole vueltas al asunto. Los minutos transcurrieron...murieron
carbonizados en debates y exposiciones; sus compañeros de clase esgrimían sus
múltiples razonamientos sobre el tema, bajo la batuta del profesor Ruíz, quién
continuaba leyendo las diversas posiciones de sus estudiantes y acaloraba el
asunto en marras; pero Daniel, se sumergía en otras dimensiones que fluían en
el rincón más profundo de su mente, que le hacía
escrutar hasta lo impensado. Al fin terminó la clase. Tomando sus libros, salió
rápidamente del cubículo como deseando alejarse de alguien que pudiera
importunarlo. Entre un mar de holas y adioses siguió su camino hasta el
Edificio de Aulas; subió al tercer y buscó en su libreta el número de aula, ya
que siempre lo olvidaba, para disponerse a recibir su siguiente lección. Algunos compañeros ya se encontraban en sus pupitres.
Daniel se acurrucó en una de las mesas del fondo y esperó la llegada de su
profesora de Literatura Rusa. Observó los amplios ventanales y encendió un
cigarrillo mientras se distraía viendo las marcas de tiza que cubrían la negra
pizarra y unas cajas que yacían sobre el viejo escrito-rio de la profesora. Al
fin llegó ella, una mujer de unos 35 años, de origen ucraniano y de rostro muy
agradable que lucía siempre una linda sonrisa; venía acompañada de otros
estudiantes que le consultaban diversas preguntas sobre su materia. Ella les
contestaba en perfecto español con breves respuestas, aclarando las dudas de
los discípulos.
Después de
que logró evacuar cada consulta se acomodó en su silla y saludó con su
acostumbrado- "klíova"- o ¡pura vida!
¿Cómo están Ustedes?
Se puso de
pie y escribió Antón Chejov y su teatro, y nos recordó que aparte de este
autor, también las obras de Puschkin y Tolstoi serían tomadas en la siguiente
prueba. Daniel, se enderezó sobre su silla y prestó atención a la
"uchitiélnitsa", que seguía escribiendo en la pizarra otros títulos de libros
para el semestre siguiente, para de así lograr que los estudiantes pudiesen ir
adelantando su lectura. Siempre esta especie de literatura había fascinado a Daniel,
y ahora también la oportunidad de estudiar el idioma de Rimski le abría las
puertas, ya que María también impartía un curso de ruso que Daniel pensaba
matricular. La obra de los rusos le estremecía y sus primeros intentos de
escritor habían nacido a la sombra y el influjo de estos maestros al igual que
sus primeros intentos de composición musical.
"Algún
día lograré escribir una buena novela o un excelente libro de cuentos "
pensaba él, y se imaginaba saliendo del anonimato y ocupando lugares importantes
dentro de toda la literatura mundial. " Marcaré una nueva era a partir de
mis escritos " soñaba Daniel, pero la verdad era que nada le salía bien y estaba
cansado de arrojar páginas al canasto de la basura. " ¿Qué pasa? Mi
cerebro no responde a todas las súplicas que en vano intento, y todos los borradores
de mis escritos me miran con ojos fraudulentos y burlones. Cada día termino por
deprimirme y mando al infierno cada intento.
¿De qué me
sirve haber leído tantos libros, tantos autores? Balzac, Joyce, Nietzsche,
Scott, Dostoievski, Kafka, ¿por qué nadie me ayuda? ¿Recibieron ellos ayuda
alguna allende a su ingenio? Montañas de libros, océanos de filosofía, ríos de
teogonía, ¿de qué me sirven? ¿ cuándo nacerá la hora en que mi búsqueda sea
recompensada por la fuerza fortuita que eyacule el semen de todas mis ideas y
devenga al fin el riachuelo incesante de mi fluir dialéctico y se sitúe en el
horizonte escrutador de la meta más ansiada: ser escritor". Pero no solo
ser escritor era el gran dilema de Daniel, sino su abundante necesidad de ser
también pintor y compositor y poeta y tantas cosas a la vez, que le hacían
entrar en los más terribles laberintos de insatisfacción y desesperación.
“¿Vendrá a
mi algún día tan dichosa hora?
¿Veré nacer
y crecer el fruto de mi mente?”
Daniel, estaba sumido en sus más lejanas
lucubraciones. " ¿ Existirá el diablo ? siempre me lo he preguntado, ¿
existirá o será un fraude más de las tantas mitologías embaucadoras que se dan
de lleno a la caza de ritos salvajes que se mueven bajo la batuta de una que
otra varita mágica de médicos brujos que ha parido la fórmula inquisidora antes
y después y ahora, para socavar las raíces desde los ancestros , disfrazándose
de yugo y resurrección, y así aterrorizar a Bruno y Galileo y otros tantos,
sangrándoles y envenenando sus fuentes de emancipación creadora, condenándoles
al ostracismo y a la cruz, al sumo manifiesto de heresiarcas , hijos de Satán o
de quién sabe cuántos demonios más ¿ Existe tremenda fábula ? O tan solo ha
sido una terrible conspiración de quienes vieron como sus intereses de terror y
poder se les venía al suelo, si no detenían de cualquier manera y a cualquier
costo tal usurpación en ciernes.
¿Es la
antítesis de sus proclamaciones, el antídoto de su propio veneno que amenazaba
inocular sus propios y cruentos propósitos nacidos de la semilla del mal, se
cernía sobre sus cabezas y estas rodarían como una roca en la pendiente? Por
esto, era necesario contaminar el agua cristalina de las nuevas mentes con el
achacoso hedor de las alcantarillas, empapándolas de fétido perfume y
cubriéndolas de máscaras con rostro de castigo antepuesto a la Eterna Vida.
Una imagen
del mal y un ícono del bien, para anteponer al más incauto y aterrorizarlo ante
la sola idea del dogma irrefutable e inviolable, castigando a los astutos
herejes con el fuego de la hoguera. Y sentando precedentes que los harían arder
en su intrepidez.
- Si tan
solo tuviese la oportunidad. Si se asomara hasta mi ventana, la tomaría por el
cuello y la obligaría a decirme la verdad.
Daniel se
perdía cada segundo más en su divagación hasta que una observación de su
profesora lo hizo volver de nuevo a la lección de literatura. - Daniel, preste atención,
por favor. ¿Le sucede algo?, le inquirió mientras una larga y hermosa sonrisa
acaparaba el rostro de la joven maestra.
- ¡No, no,
disculpe pero estaba en otros pensamientos! le dijo él a ella, y esta le
solicitó que leyera algunas páginas de El jardín de los cerezos de Antón, a lo
cual Daniel accedió de inmediato; y así mientras leía y comentaban cada una de
las páginas, el tiempo voló veloz y tan solo el ruido sobresaltado del timbre
de salida los regresó al tiempo de realidad. Habló unos instantes con María
sobre el curso de lengua rusa y con un dasvidánia la profesora se aprestó a abandonar aquel recinto.
Daniel la acompañó algunos pasos y luego se dirigió hacia el edificio de artes musicales,
ya que su siguiente lección le esperaba. Caminaba con paso presto mientras
jugaba, allegro ma non troppo con sus dedos, digitando y calentándolos, para desperezarlos,
porque el piano y la guitarra, lo esperaban ansiosos en el cubículo musical.
Nubes de muchachos y muchachas caminaban junto a él. Parecían hormigas, que
brotaban interminables de dispersos hormigueros por todo el campus; salían
segundo a segundo por doquier, y en sus mentes brillaban sus anhelos y metas.
La mañana
era de una frescura envidiable; las zonas verdes reflectaban las imágenes de
libros tendidos en el césped y fluían
absortos, emanando tremulantes en los ojos de miles de estudiantes. Daniel
llegó hasta el hermoso edificio de dos pisos, y un tercero en construcción, y
lo miró. Pensó en cada aula que abrigaba las ilusiones de cientos que como él,
van y vienen con estrellas en sus frentes, anhelando doblegar el arte -por
antonomasia- más noble del Universo: la música.
El fiel guardián del inmenso tesoro lo recibió
con ansiedad, y Daniel, percibió un intenso aire de tranquilidad que inundaba
los pasillos; al contrario de lo que muchos creen, un conservatorio, es un
sitio muy silencioso, porque los que ahí estudian, lo hacen en forma muy queda,
para no perturbar la concentración de los otros, y así de esta manera, cada uno
estará seguro de lo que están haciendo, y evitando ruidos in necesarios nadie
molestará a nadie; por los pasillos fluían tenues acordes de pianos que se
entrelazaban con las frases de las violas y cornos con sordina, que débiles
escapaban por entre las paredes.
Daniel,
abrió la puerta del aula y se percató de que su maestro había llegado antes que
él, por lo que tras saludarlo se dispuso a dominar su lección. Daniel se sentó
al tiempo que su maestro le entregaba una nueva partitura con un pequeño
preludio de Bach, y dijo:
- Hoy, mi
apreciado alumno, intentaremos lectura a primera vista, a lo cual Daniel no
puso el menor reparo, pues aunque su solfeo no era el mejor del mundo, estaba
seguro de poder leer el preludio. Después de algunos minutos el maestro le tomó
otras pequeñas obras y Daniel sintió que todo estaba marchando fácil ese día,
pues no tuvo que repetir mucho las partes para salir adelante con los
ejercicios; pero cuando el maestro le preguntó por la obra principal de estudio
: una de las sonatas de Beethoven, Daniel respondió que no había estudiado lo
suficiente para exponerla, pues la noche antes había tenido que repasar
literatura y aparte de esto no se había sentido muy bien, por lo que prometió
estudiarla para la próxima lección. El comprensivo maestro le motivó al
decirle, que él era un buen alumno, y que intentara salir adelante con su
esfuerzo, pues él notaba que Daniel tenía aptitud suficiente para avanzar más y
más en la música.
En la siguiente lección de Armonía y
Orquestación, Daniel escuchaba muy atento a su maestro, el señor Salas, pues de
una forma u otra forma, Daniel se sentía sumamente atraído por la complejidad
de los arreglos orquestales, ya que creía que de alguna manera el desarrollo
del ser humano como un todo, basaba su
ulterior desarrollo como sucede en las obras sinfónicas, y si él lograba
aprender bien los secretos que tal ciencia ofrecía, sería capaz de desenmarañar
los conflictos de la existencia, pues la humanidad era una complejísima forma
musical, la cual dispone las funciones de cada músico en su instrumento y de su
participación en el transcurso de la obra depende que todo salga bien o mal. El
director será el presidente, el cual debe velar para que cada músico haga
exactamente lo que el jefe disponga, manteniendo el tempo y afinando
correctamente, ajustándose a sus fraseos sin tener que equivocarse entrando mal
o enredando la lectura de la particella correspondiente, lo que haría, a cada
uno de ellos responsable por la buena marcha de las diferentes y variadas
secciones de la orquesta. La aprehensión musical de una partitura orquestal es
altamente compleja y requiere de muchos años y de intensas horas de minuciosa labor,
porque al igual que esto, en el mundo existen tantas sociedades con arreglos musicales, y todas
necesitan estar bien dispuestas a la manos de sus intérpretes y directores,
para lograr que todo suene según se indica por más extraño que sean los sonidos
que la formen o según su rol dentro de la obra. Hay tantos directores malos
como jefes de países, y también pésimos músicos como legisladores y
compositores de todas las categorías, que son los que tienen en sus manos la
disposición de las reglas y el orden de las ideas que han de regir la obra, haciendo
que esta sea monumental y goce por el resto de su vida una aceptación plena de
todos o tan solo sea un proyecto sin pies ni cabeza que por esas cosas de la
vida, algunos tomen como modelo para sus fines más irracionales y perversos,
porque sucede con siempre, que en el momento en que una manada de lobos
hambrientos descubre que su cuota de poder y sus riquezas pueden ser más
grandes a costilla de un montón de sordos y babosos, no lo piensan dos veces
para poner en marcha su subliminales proyectos, y así lograr que todos caigan
en la trampa de su captores, guiados sabiamente por su ingente idiotez.
Al terminar la clase, Daniel, el señor Salas
y dos estudiantes más, decidieron ir a la cafetería para continuar un poco la
charla de música y otros asuntos. La cafetería estaba que reventaba. Era como
un panal en plena actividad, pero aun así, lograron hacerse de una mesita al
fondo de esta, por lo que después de instalarse con sus tazas de café,
reiniciaron la conversación, pero esta vez el tema ya no era la orquesta sino
las forma musical, por lo que Daniel giró sobre la era atonal, y su repercusión
dentro de las nuevas generaciones de músicos. Las diferentes manifestaciones en
pleno vuelo hacia el final del siglo, significaban de algún modo para él y el
resto de sus compañeros, lo que una nueva teoría puede significar para un
estudioso de astronomía o lo que un gran hallazgo de extraños fósiles puede ser
para un antropólogo. La nueva forma musical europea cada vez más electrónica;
el gran aporte de combinación de métricas dado por los ingleses y los alemanes
y los rusos y los franceses. Gente que como Shostakovich, Stravinski, Holst,
Bartok y otros tantos, que aún en grupos informales de música rock, como el
gran trabajo de Fripp en King Crimson y de Banks y Rutherford en Génesis, daban
mucho que pensar en las mentes de los jóvenes músicos, que como Daniel, apenas
iniciaban tan larga travesía. Todos, pero particularmente- Daniel, atónitos
analizaban la sublime manera en que estos compositores bebían de la fuente
creativa de la música, mostrando el gran tesoro que yace oculto en sus
entrañas, preservando la inagotable e infinita búsqueda que incansables
extraemos del fascinante mundo de la música. Daniel todos los días, sacaba el
trato para escuchar a Bernstein, a Copland y otros más que le mostraban las
maravillas del arte. Trataba de ir cada vez que podía a las librerías para
comprar libros con las partituras que pudiese encontrar, para sumergirse en lo
más profundo de sus aguas y hallar la llave de la maestría El maestro Salas, un
hombre de pequeña estatura, regordete y de grandes anteojos, asintió a Daniel
en su prédica y dijo:
- Es en
verdad, muy interesante su apreciación. Estudiamos a Zamacois, para adquirir
nociones de armonía y de muchas formas su aporte es altamente valioso, también
en lo que se refiere al estudio de la forma musical desde la antigüedad y desde
el barroco hasta la era actual, pero hemos de intentar abrir la puerta de los
grandes maestros y sus partituras y así
podremos obtener los recursos suficientes para obtener y comprender toda la
sabiduría que encierra cada uno de ellos a partir de sus variados criterios.-concluyó
Salas. Y entonces, después de mirar su reloj, se despidió de ellos. Los demás
alumnos, decidieron permanecer un poco más en la cafetería y la conversación
giró sobre las grandes virtudes del señor Salas para enseñar a sus estudiantes…
Una extraña conversación llamó la atención de
Daniel, una señora hablaba una exótica lengua en una de las mesas cercanas a la
de Daniel y sus amigos, y al hacer un comentario al respecto, un profesor que
se percató de la situación, dijo en tono suave a Daniel- Esa señora es
profesora de griego-
Daniel
agradeció la ayuda del profesor, y empezó a prestarle atención a la señora de
tan extraño idioma, y de un momento a otro, recordó que algunas veces había
encontrado caracteres y definiciones en los libros de filosofía y en algunas
obras de Joyce, y a su mente volvió el recuerdo de que alguna vez pasó por su
cabeza la idea de estudiar esta lengua pero con el tiempo se le olvidó, por lo
que ahora que por primera vez escuchaba a una persona hablándola, le parecía que
era el momento para buscar un curso de este idioma, por lo que al día siguiente
trataría de averiguar algo al respecto, pero de nuevo las circunstancias
traicionaron a Daniel, y tuvieron que pasar algunos años antes de que esta
lengua se convirtiera en algo rutinario para Daniel y en algo que él nunca se
imaginó que llegaría a influir tanto en su largo trajinar por el lenguaje y la
literatura y la filosofía. Al terminar el período de descanso, Daniel se
dirigió hacia el aula de guitarra clásica. Entró y puso las partituras sobre el
atril; al llegar su profesor, este le pidió a Daniel que de inmediato iniciara
la interpretación. Ese día tenía que tocar el Vals número tres de Lauro y el
Bourré en Mi menor de J. Sebastián Bach. Daniel tocó y las observaciones de su
buen maestro hicieron que la lección transcurriera muy fluida e interesante, ya
que Daniel tan solo cometió algunos pequeños errores. Después, el maestro, un
hombre flaco, enjuto y muy talentoso, colocó otras partes sobre el atril y
efluvios infinitos de notas surcaron el espacio del recinto de estudio, al
tiempo que fantasmas de otras eras aparecían en las huesudas y notables manos
del maestro que con mágicas notas dejaba salir a través del instrumento las
melodías de la gran y eterna obra de los grandiosos Tárrega y Sor, para
lograr explicarle claramente a Daniel
cuales serían las obras que estudiarían durante las próximas tres semanas.
Daniel, absorto escuchó y anotó en su libro los nombres de los temas. Daniel
sabía que solo interpretando a los grandes le abriría la puerta al conocimiento
que buscaba. Pues de conformarse con los mediocres o con ejecutar la música de intérpretes
de carácter popular, no avanzaría, ya que desde hacía mucho tiempo, creía que
la música popular arrastraba un atraso de casi cien años en relación con la música
seria y formal, por lo que era preciso, zambullirse en lo profundo de la aguas
del conocimiento de estos grandes genios de la música. Sabía, que algún día
podría tocar el Concierto en Re mayor de Vivaldi para guitarra y orquesta, pero
la espera solo podría ser acortada tras meses y años de la incesante e incansable práctica. Pensaba en
Antonio rodeado de musas escolásticas que ofrecían sus frutos cual uvas del
viñedo al compositor.
Después de
este pequeño recital, pues también Daniel hubo de interpretar otras obras, se
sintió satisfecho con la forma en que sus estudios y habilidades avanzaban,
pero cansado de tanto esfuerzo, decidió marcharse a su casa a reposar un rato y
después del almuerzo, regresaría a clases para asistir a los otros cursos. Se fue
a esperar el bus que lo llevaría a su casa, por lo que se sentó en el pretil un
rato, y rodeado de otros estudiantes, que esparcen un poco su ocio ahí. Llegó y
se sentó. Abrió su libro y donde la cinta negra le indicaba que el camino
continuaba ahí, empezó sin demora la lectura. No se percató, de que muy cerca
de él, una muchacha no dejaba de mirarlo fijamente. De repente se percató y
ante sus ojos apareció una hermosa y bella joven de piel de bronce, luminosa
como un sol poniente, de cabello castaño y ojos de azules atrapados en las lejanas
montañas; una pequeña son-risa apenas se insinuaba en sus labios de vuelo de
mariposa como se percibe el olor de una rosa en la diáfana mañana.
Daniel so supo cómo corresponder y desvió sus
ojos hacia el corazón de la multitud para escapar presuroso en medio de
cualquier cosa que pudiese apartarlo de tan bellos y cautivantes ojos. Ella
insistió en acongojarlo mientras que en sus manos, perezoso un libro esperaba
ansioso que sus páginas se abrieran, y así dejar escapar todo su saber. Al fin
ella abrió el libro, y tras devorar un par de páginas se acercó un poco a Daniel
- que la miraba de reojo- y sin demasiada demora le solicitó _ ¿Tienes un
cigarrillo por casualidad? Daniel, confundido y tragándose su tímida saliva
llevó sus manos a la bolsa de su camisa y le extendió el paquete. Ella tomó uno
y Daniel con temblorosas manos lo encendió. Ella acarició suavemente las largas
manos de ferrocarril de él, y lo obsequió con unas dulces - ¡Gracias! En este
preciso y precioso instante, Daniel pudo ver en toda su extensión cuán hermosa
era ella, pero su turbación le impedía decir cosa alguna, por lo que optó por
ensimismarse de nuevo en su lectura. Ella, fumaba en cortas succiones y
arrogante soltaba muy despacio el fin humillo cancerígeno. En su mente él,
retenía la dulce fragancia que ella le dejó al acercarse y sus manos delicadas
de bailarina de ballet dejaron impregnadas la suavidad del terciopelo en las
flacas manos de él.
- ¡Disculpa
mi atrevimiento!, dijo ella tratando de romper el hielo -...pero fumo muy poco
y no sé por qué ahora sentí deseos de hacerlo-
- No se
preocupe. No ha sido ninguna molestia.-dijo Daniel. Ella sonrió de nuevo y abordándolo otra vez
le comentó-
- ¡Bonita
mañana la de este día, sin embargo se ha puesto bastante caliente hacia el mediodía! -
_ ¡Sí! !
Parece que tendremos calor para rato!-, se animó a decir nuestro héroe, aunque
su timidez no lo abandonaba del todo, a pesar de que la belleza de tan singular
mujer lo mantenía extasiado y casi mudo.
- ¿Qué
estás leyendo?, preguntó ella, acercándose aún más a Daniel.
- Fausto de
Goethe _ contestó lacónico, Daniel
- ¡Vaya!
¡Qué interesante! acotó ella
- ¿Y Usted?,
replicó este.
- ¿Yo? ...¡Ah!, nada tan interesante como lo
tuyo, tan solo repaso mi libro de Introducción a la Sociología, ya que en la
tarde tengo quizá y dentro de una semana mi primera exposición sobre este tema,
y aún estoy un poco atrasada en mi revisión. ¿Usted qué carrera sigue?, aunque
seguramente debe estar muy emparentada a la filosofía ¿no?
- ¡Bueno!,
este semestre llevo unos cursos de literatura, ya mi meta es ser escritor, pero
al mismo tiempo matriculé un curso de filosofía y llevo los cursos propios de
mi carrera que es Música, pues estudio para compositor de obras sinfónicas -
dijo totalmente libre de presión Daniel, quién hasta ese momento se sintió
seguro y su temor lo arrojó al cesto de la basura, ya que ella le había
inspirado al fin la confianza que necesitaba. Daniel, no era ningún cobarde al
tratarse de hablar con una mujer, lo que le sucedía siempre era que le tomaba
tiempo entrar en calor, porque aunque su carácter a menudo era pasivo y frio,
siempre se sentía muy atraído por las féminas y su insondable belleza. Armado
ya de valor, le preguntó - ¿Cómo te llamas?
Ella premió su arrojo con una dulce sonrisa y
contestó
- Rosalba...Rosalba
Borbón Macaya... ¿Y tú?
- Yo me
llamo Daniel...Daniel Solera y vivo en Tibás ¿Tú dónde vives? -
- Vivo en
Heredia, en un lugar llamado San Francisco...
Y así, de esta manera Daniel Y Rosalba se
conocieron un poco, y aunque durante algunos minutos, ella le preguntaba sobre
el porqué seguía esa carrera, Daniel intentaba hablar de sus proyectos como
músico y como escritor, y entre la maraña de sueños y de ideas le explicó
rápidamente, por lo que ella le escuchaba atenta, absorta, le dio a entender
que en gustos musicales era un poco más trivial y que por lo general, estaba
más al tanto de la moda y lo serio y formal no era algo que le apasionara
demasiado, ya que su meta era estudiar Sociología, y que por estar ella en
segundo año de carrera, la buena literatura y ese tipo de música rara no le
llamaba en lo más mínimo la atención, y que seguramente al finalizar el año, se
trasladaría a los Estados Unidos para concluir sus estudios en ese país. Daniel
silencioso la escuchaba, y al mismo tiempo, no podía dejar de compararla
con ese montón de estudiantes que pasan
por la universidad, y que aun logrando obtener un título, nunca llegan a
conocer el trabajo de los grandes escritores y músicos. Rosalba y Daniel, se miraban silenciosos y
tan solo atinaban a sonreír; tal vez se
decían muchas cosas que no se atrevían a exteriorizar, porque de una u otra
forma se sabían imposibles. Una insistente bocina los despertó de nuevo al
mundo y Daniel tan solo pudo escuchar un breve- adiós -, en el justo momento en
que ella se ponía de pie, escapando rauda y veloz, hacia un lujoso Mercedes
Benz, que la esperaba. Ella era alta y en su blusa de fino encaje europeo se
marcaban dos medianos pechos como los de una musa del Olimpo. Daniel, la siguió
paso a paso y vio su cuerpo delgado aprisionado en sus pantalones vaqueros de
marca francesa. Su cintura estaba muy bien demarcada en su territorio. Antes de
subir al automóvil, miró a Daniel, y despidiéndose con su mano, le dijo - ¡Nos
vemos otro día!-subió al auto, y en un instante, se perdió como un sol poniente
en el inmenso mar de carros. Nada escapó de su mirada; cada detalle se grabó
preciso en la mente de Daniel... Solo ella podía ser lo que durante tanto
tiempo se retorcía abstractamente en lo más profundo de su cerebro, ya que él
anhelaba algún día poder encontrar el complemento ideal de una mujer que
sería el jaque mate de todos sus sueños
rotos. Un par de minutos después, abordaba el autobús universitario que volando
lo llevaría rumbo a su casa. Durante el trayecto, miles de ideas y pensamientos
como nubes en el cielo surcaron la mente de Daniel-
¡Sé que le agradé!...
¡Es realmente hermosa! - Añoró el siguiente día con la esperanza clavada en su
cabeza de encontrarla nuevamente, aunque de repente un mal presentimiento saltó
como un lagarto sobre su presa- ¿y si no la vuelvo a ver? ¿Si me corresponde
para luego irse para los Estados Unidos?
Ni siquiera sé si quién vino por ella es su novio, o tal vez está
pretendiéndola ¡Qué tonto soy! -
Estaba
triste y feliz a la vez. Ansioso y desesperado pero su esperanza tenía que
amarrarla y no dejarla partir, su sueño apenas iniciaba y todo se levantaba
para luego destruirse en su mente confusa. - Y si su intención de acercarse por
un cigarrillo fue tan solo eso- ¿Estaría él mal interpretando la repentina
aparición de tan hermosa mulher? ¡Debo
estar mal en mi cerebro! ¿Cómo se va a interesar en mi alguien que parece ser
de la alta sociedad? Sus padres deben ser ricos y yo que apenas tengo para
medio estudiar y pasarla. ¡Bah! nada de esto es más que un ingrato espejismo
que ha tomado forma en el desierto de mí ahuecada cabeza y todo ha de resbalar
hasta el fondo de mi mohoso laberinto. Llegó a su casa y se incrustó en su
habitación como una espada en el cuerpo del enemigo. Su cabeza le dolía
terriblemente y se negó a almorzar cuando su madre lo llamó. Ese día no quiso
regresar por la tarde a sus lecciones y tan solo decidió dormir por el resto de
esta. Hacia las 6 y 30 pm, su madre lo despertó y le obligó a comer algo, pues estaba
preocupada y ante la negativa a cualquier explicación por parte de Daniel, se
debatía en la angustia y pensó que era mejor llamar a un médico para que lo
chequeara y así estar ella más tranquila pero Daniel se opuso rotundamente y en
un arranque de ira se encerró de nuevo en su cuarto. Él no quería ofender a su
madre, simplemente tanta protección lo sacó de quicio por un momento, pero ya
tranquilo, salió y se disculpó con ella. Hacia las 8 de la noche, abrió sus
notas del curso de latín y se puso a estudiar. Esta lengua lo cautivaba al
igual que las otras que seguía, y aunque la tuvo abandonada durante todo un
año, había regresado a ella y ahora más que nunca se sentía atraído por su
fascinante composición. La universidad, era todo un reto para Daniel, pero no
desde la perspectiva que la gran mayoría de alumnos desarrollan, sino desde la
panorámica interior de avanzar en cuanto al todo dialéctico, por este motivo, Daniel,
que en este espacio de su vida contaba con casi veintidós años, siempre había
matriculado cursos de otras carreras que en apariencia no se relacionaban con
la suya. Se eximió en Generales tras el primer semestre; entonces matriculó Poesía
Social, Latín y Fundamentos de Sociología; en el segundo año llevó cursos de
Inglés, Historia Precolombina y Geología; luego Italiano y Francés, Gramática
Inglesa y Apreciación de cine,- esta materia, era de todas formas obligatoria-
por lo que la llevó para también ganarla lo más pronto posible, aparte de que
el paso por el curso abrió la puertas al entusiasmo por este gran arte, lo que
hizo que durante el resto de sus días se interesara por las grandes películas
de Bergman, Buñuel, Passolini y muchos otros excelentes directores, causándole
una enorme impresión en una nueva forma de analizar todo lo concerniente a la
visión existencial de los grandes maestros del sétimo arte y su intrínseca
relación con la literatura y la dramaturgia, que seguiría en los años
postreros. Con el tiempo, estuvo en el dilema de matricular cursos de leyes
pero desestimó la idea, por considerar que esta carrera tan solo la
matriculaban los tahúres y los desalmados y tan solo unos pocos defensores de
lo imposible se sometían a semejante tarea, con la no muy clara óptica de
salvar el mundo de todas sus injusticias y perversiones; a fin de cuentas, de
todos estos intrépidos terminaban como mártires en la cruz. Por un par de años
anduvo de curso en curso, instruyéndose en cuanta cosa se le ocurría, pero sin
pertenecer del todo a ninguna carrera, hasta que al fin ingresó en la Escuela
de Artes Musicales, y se había mantenido con más dedicación a todo lo que significaba
este arte como tal; sin embargo tomaba unos cursos de literatura y estaba aprendiendo
la bella lengua portuguesa, por lo que, su cerebro era como la mesa de un
buffet, donde se servían platos de todas las clases, y de una u otra forma,
esto causaba cierta clase de caos en su mente, pero él no le prestaba mucha
atención a toda esta situación, porque su único propósito era aprender y como
una esponja, absorber todo lo posible para no tan solo ser un simple músico
sino un gran erudito. El arte era su leit
-motiv de vida: un cuerpo vestido de
conocimiento…
…el día siguiente…
El día siguiente, Daniel corrió presuroso al
mismo sitio y ahí estaba ella; lucía radiante y ansiosa. Se saludaron muy
efusivos y de sus ojos brotaban efluvios chispeantes de una especie de deseo y
pasión extraña. Conversaron durante al-rededor de veinte minutos y acordaron
verse por la tarde, para asistir a lecciones juntos, ya que ella le pidió que la acompañara a una
de sus clases, - lo cual Daniel aceptó con todo el deseo del mundo -; ella le
notó encantado y antes de despedirse, le dio un pequeño beso en su mejilla, por
lo que Daniel, estaba que no se cambiaba por nadie.
La tarde llegó y con ella la felicidad; asistieron
juntos a la clase de sociología y después tomaron rumbo a la cafetería; ya sus
manos se habían entrelazado y ambos parecían estar muy a gusto el uno con el
otro. Ella le contó que no estaba comprometida con ningún muchacho, y que en
toda su vida, tan solo había tenido una relación formal con otra persona
durante casi dos años, pero que esta había llegado a su fin hacía unos tres
meses, y que por su lado no le interesaba de nuevo reanudarla, ya que tenía
otras cosas más importantes que hacer en su vida. Durante toda la semana asistieron
a diversas actividades de la universidad, y ya habían dejado de mirarse tanto,
por lo que ahora los ardientes besos eran cosa de cada segundo. Daniel se
sentía muy bien y después de tantas frustraciones sentimentales, por primera
vez en mucho tiempo no cabía en sus zapatos de felicidad. Ella le pidió tiempo,
pues quería que maduraran su relación antes de llevarlo a su casa, y también se
negó a aceptar que él la llevara a la
suya a conocer a su madre. Casi un mes pasó y cada día el amor entre ellos
parecía crecer más y más.
Un lunes, Daniel la esperaba tan ansioso
como siempre, pero ella no llegó, y aunque él la buscó entre el océano de
estudiantes no pudo divisarla en ninguna parte. Él no sabía qué hacer, pues no
se habían hablado el día anterior porque ella tuvo un compromiso de familia, y
él tan solo pensaba en ella, imaginándose que podría estar enferma o algo así por
el estilo, pero debería esperar que ella se comunicara, ya que habían acordado,
que él no la llamaría bajo ningún pretexto a su casa, y Daniel sabía que no
debía romper su promesa, pues todo podría tomar otro giro en su relación.
Esperó todo
el resto del día pero ella no llamó, y así fue el día siguiente y el subsiguiente
¡Ella no apareció más!!!!
FIN
CAPITULO 1-A
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