sábado, 11 de mayo de 2013

El Corto y Largo Viaje Hacia la Nada

                                                La espera-(Grabado) Miguel Angel Brenes Paniagua

EL CORTO Y LARGO VIAJE HACIA LA NADA




      Hace muchos años  inicie esta novela y aun no la he terminado de escribir. Tengo, podría decirse, toda la historia en mi cabeza, son cerca de 10 o 12 capitulos. De momento he escrito unos 3 o 4  y toda esta desarmado cual un rompecabezas. Inicialmente se llamaría ¿Existes, Daniel? Pero en las últimas semanas  decidí que se llamara El Corto y Largo Viaje Hacia la Nada… Es la historia de un adolescente que quiere salir adelante  con sus ideales, ser el mejor músico, pintor y escritor que alguna vez haya visto este planeta, ser feliz, enamorarse, triunfar. Pronto descubrirá que no todo lo que brilla es oro, y que la vida no es tan fácil y simple como parece.     Atormentado tras la partida de su primer amor, se hunde en el caos y la desesperación tratando de encontrar respuestas a sus preguntas ¿quién soy, de donde vengo, hacia donde voy, vale algo la vida, tiene sentido todo lo que me han dicho desde que era niño? Se rebela e inicia un viaje atraves de  un incierto camino, tras leer el Fausto de Goethe cree que lo mejor será vender su alma al diablo con tal de conseguir todo, si el pudo porque yo no, se dice así mismo…Admira los grandes músicos , pintores y escritores, ellos son su amigos , ellos  son quienes lo guían, son como luces en la oscuridad de la senda que decidió seguir,  Conversa con gentes diferentes con tal de lograr esa respuestas: un filósofo una monja, una prostituta un cura, un ebrio  y algunos otros personajes que irán  apareciendo conforme Daniel los encuentre en su incesante búsqueda de sus fantasmas. Daniel sobrevive su juventud  y su etapa adulta, se casa, se divorcia, y se olvida por algunos años de todo. Cuando se percata que su vida está en el umbral de la vejez nuevamente se replantea sus meditaciones juveniles y divaga solitariamente. Casi no tiene amigos, y esto le ayuda a reflexionar seriamente lo acontecido en todo su tiempo de vida.  Se percata que la respuesta que buscaba la había encontrado mucho tiempo atrás, la sabía pero solo los años le confirmaron su validez…En su lecho de muerte, Daniel sostendrá su ultimo dialogo donde revela lo sabido,   y tras esto, partirá infinitamente feliz hacia la Nada… Algo así por el estilo es la novela... De momento dejare un primer PDF para descarga, son unas 17 páginas digamos que corregidas y no, pero de momento no es importante para mi ni para quien se atreva a dedicarle unos minutos de su tiempo a esta lectura... Dentro de un par de semanas publicare el segundo PDF de este primer capítulo que si se llamara ¿Existes, Daniel?  Meditaciones y divagaciones de un adolescente o cosa por el estilo y después el número 3. El primer capítulo consta de unas 40 páginas o por ahí.- Conforme organice los manuscritos que tengo por ahí en mis viejos cuadernos los iré publicando…





I


         ¡Vaya día este!, pensó para sí mismo Daniel, y dejó escapar un ligero bostezo. Será  mejor que me vaya a dormir y, sin pensarlo dos veces, recogió los libros y libretas de su escritorio, las guardó- celosamente con llave- en una de las gavetas y de inmediato apagó la lámpara de su estudio. Estaba cansado, muerto de sueño...Desnudó de luz fluorescente la cocina vestida de oscuridad y se dirigió al grifo del fregadero, para conseguir un poco de agua fresca y píldora en mano, tragarse aquel molesto medicamento contra sus terribles y constantes desvelos. Pesadamente, se marchó en seguida rumbo a su habitación, la cual lo recibió con una enorme frialdad - como de cadáver -; encendió la lámpara de neón, para dirigirse al ropero en busca de sus pijamas, pero antes de ponérselas, echó un vistazo al espejo: notó que su rostro lucía sumamente demacrado, se alisó el pelo y cerró  las viejas portezuelas del ropero. Un olorcillo a naftalina se desvaneció tras su última acción de esa noche. Al apagar la  luz de su cuarto, detrás de ella desaparecieron: los recortes de periódico  pegados en la pared y las fotografías de sus actos más significativos de su niñez. Desaparecieron  en el  mismo momento, su pequeño radio a transistores, su mesita de noche, su guitarra y su piano, él mismo... 

¡ Buenos días, mamá !, exclamó Daniel, mientras se sentaba a la mesa, listo para el desayuno de esa mañana.
¡Buenos días, Daniel!, replicó su madre,¿ dormiste bien ?
¡Sí, mamá! ¡Gracias!, contestó él, al tiempo que se servía una taza de café.
¡Apúrate, hijo! Ya casi son las siete y treinta y perderás el autobús, le recordó su afectiva madre. ¡Tengo unos minutos más todavía, mamá, dijo, al tiempo que apuraba su café. Al concluir, recogió los libros y con un rápido y lacónico - hasta luego, madre - salió. Al llegar a la parada, el bus se aprestaba a salir. Tomó un asiento cerca de la ventana, se acomodó lo mejor que pudo en el destartalado chunche y se dispuso a leer. Abrió una de las páginas de su libro y leyó: “...no hay en el mundo un solo hombre, profesor, clérigo o monje, que sepa tanto como yo; ninguna duda me detiene, ningún escrúpulo me remuerde; no temo al infierno ni al diablo..."; cerró de golpe el libro; meditó durante un breve segundo: “...si yo pudiera conseguirlo; si tan solo tuviera mi oportunidad. Creo que no me echaría atrás, pero... ¿Existe el diablo? ¿Podría yo..?, repentinamente, una voz le sacó de su reflexión.
¡Daniel, Daniel! ¿Cómo estás?-
Aún ensimismado en sus pensamientos, creyó reconocer el  rostro familiar de uno de sus compañeros de clase, dijo:
_ ¡Ah, eres tú! ¿Cómo te va?-
- ¿Y quién más podría ser...? ¿Qué te pasa? ¿Duermes aún?
_ ¡No, por supuesto que no! -, contestó Daniel, ya un poco más concentrado en su amigo, y mintiendo le dijo: 
¡Es que repasaba mentalmente la lección!, creo que hoy tendremos examen-, mientras cerraba por completo el libro.
- ¡Sí!, algo así dijo el profesor ayer... Bueno, pero cuéntame que hiciste anoche, pues traté de localizarte en el centro y nadie supo darme razón de dónde podías estar...
 La charla con su amigo, puso fin a todas sus reflexiones por el resto del trayecto hacia la Universidad. Al llegar a su destino, ambos se dirigieron presurosos hacia el aula; uno que otro compañero charlaba o discutía, sobre diferentes tópicos filosóficos. Sonó el timbre de entrada, y segundos después, el Profesor Ruíz, se acomodaba en la silla de su escritorio; dirigiéndose al grupo, exteriorizó:
-¡Buenos días, jóvenes! Quiero comunicarles que la prueba sobre filosofía, se ha pospuesto hasta nuevo aviso.
Ahora, por favor, continuemos con La República, página xx:
“¿No sabes que nuestra alma es inmortal y que no perece jamás ?...-Brotaron los comentarios, las observaciones-tanto del profesor como de sus alumnos -¿Es el alma inmortal? ¿Es mortal? ¿Existe siquiera? Daniel, escuchaba, y en un momento de descuido, algo le gritó por la parte trasera de  sus orejas –
¿Y tú que crees, Daniel ?... ¡Yo te digo que sí existe el alma!, pero ¿De qué te sirve si no consigues tus metas ?...
Daniel, escuchaba su propia voz interior; voz de sus meditaciones; hacía tiempo ya, que venía dándole vueltas al asunto. Los minutos transcurrieron...murieron carbonizados en debates y exposiciones; sus compañeros de clase esgrimían sus múltiples razonamientos sobre el tema, bajo la batuta del profesor Ruíz, quién continuaba leyendo las diversas posiciones de sus estudiantes y acaloraba el asunto en marras; pero    Daniel, se sumergía en otras dimensiones que fluían en el rincón más profundo de su mente, que le hacía escrutar hasta lo impensado. Al fin terminó la clase. Tomando sus libros, salió rápidamente del cubículo como deseando alejarse de alguien que pudiera importunarlo. Entre un mar de holas y adioses siguió su camino hasta el Edificio de Aulas; subió al tercer y buscó en su libreta el número de aula, ya que siempre lo olvidaba, para disponerse a recibir su siguiente lección.  Algunos compañeros ya se encontraban en sus pupitres. Daniel se acurrucó en una de las mesas del fondo y esperó la llegada de su profesora de Literatura Rusa. Observó los amplios ventanales y encendió un cigarrillo mientras se distraía viendo las marcas de tiza que cubrían la negra pizarra y unas cajas que yacían sobre el viejo escrito-rio de la profesora. Al fin llegó ella, una mujer de unos 35 años, de origen ucraniano y de rostro muy agradable que lucía siempre una linda sonrisa; venía acompañada de otros estudiantes que le consultaban diversas preguntas sobre su materia. Ella les contestaba en perfecto español con breves respuestas, aclarando las dudas de los discípulos.
Después de que logró evacuar cada consulta se acomodó en su silla y saludó con su acostumbrado- "klíova"- o ¡pura vida! ¿Cómo están Ustedes?
Se puso de pie y escribió Antón Chejov y su teatro, y nos recordó que aparte de este autor, también las obras de Puschkin y Tolstoi serían tomadas en la siguiente prueba. Daniel, se enderezó sobre su silla y prestó atención a la "uchitiélnitsa", que seguía escribiendo en la pizarra otros títulos de libros para el semestre siguiente, para de así lograr que los estudiantes pudiesen ir adelantando su lectura. Siempre esta especie de literatura había fascinado a Daniel, y ahora también la oportunidad de estudiar el idioma de Rimski le abría las puertas, ya que María también impartía un curso de ruso que Daniel pensaba matricular. La obra de los rusos le estremecía y sus primeros intentos de escritor habían nacido a la sombra y el influjo de estos maestros al igual que sus primeros intentos de composición musical.
"Algún día lograré escribir una buena novela o un excelente libro de cuentos " pensaba él, y se imaginaba saliendo del anonimato y ocupando lugares importantes dentro de toda la literatura mundial. " Marcaré una nueva era a partir de mis escritos " soñaba Daniel, pero la verdad era que nada le salía bien y estaba cansado de arrojar páginas al canasto de la basura. " ¿Qué pasa? Mi cerebro no responde a todas las súplicas que en vano intento, y todos los borradores de mis escritos me miran con ojos fraudulentos y burlones. Cada día termino por deprimirme y mando al infierno cada intento.
¿De qué me sirve haber leído tantos libros, tantos autores? Balzac, Joyce, Nietzsche, Scott, Dostoievski, Kafka, ¿por qué nadie me ayuda? ¿Recibieron ellos ayuda alguna allende a su ingenio? Montañas de libros, océanos de filosofía, ríos de teogonía, ¿de qué me sirven? ¿ cuándo nacerá la hora en que mi búsqueda sea recompensada por la fuerza fortuita que eyacule el semen de todas mis ideas y devenga al fin el riachuelo incesante de mi fluir dialéctico y se sitúe en el horizonte escrutador de la meta más ansiada: ser escritor". Pero no solo ser escritor era el gran dilema de Daniel, sino su abundante necesidad de ser también pintor y compositor y poeta y tantas cosas a la vez, que le hacían entrar en los más terribles laberintos de insatisfacción y desesperación.
“¿Vendrá a mi algún día tan dichosa hora?
¿Veré nacer y crecer el fruto de mi mente?”
 Daniel, estaba sumido en sus más lejanas lucubraciones. " ¿ Existirá el diablo ? siempre me lo he preguntado, ¿ existirá o será un fraude más de las tantas mitologías embaucadoras que se dan de lleno a la caza de ritos salvajes que se mueven bajo la batuta de una que otra varita mágica de médicos brujos que ha parido la fórmula inquisidora antes y después y ahora, para socavar las raíces desde los ancestros , disfrazándose de yugo y resurrección, y así aterrorizar a Bruno y Galileo y otros tantos, sangrándoles y envenenando sus fuentes de emancipación creadora, condenándoles al ostracismo y a la cruz, al sumo manifiesto de heresiarcas , hijos de Satán o de quién sabe cuántos demonios más ¿ Existe tremenda fábula ? O tan solo ha sido una terrible conspiración de quienes vieron como sus intereses de terror y poder se les venía al suelo, si no detenían de cualquier manera y a cualquier costo tal usurpación en ciernes.
¿Es la antítesis de sus proclamaciones, el antídoto de su propio veneno que amenazaba inocular sus propios y cruentos propósitos nacidos de la semilla del mal, se cernía sobre sus cabezas y estas rodarían como una roca en la pendiente? Por esto, era necesario contaminar el agua cristalina de las nuevas mentes con el achacoso hedor de las alcantarillas, empapándolas de fétido perfume y cubriéndolas de máscaras con rostro de castigo antepuesto a la Eterna Vida.
      Una imagen del mal y un ícono del bien, para anteponer al más incauto y aterrorizarlo ante la sola idea del dogma irrefutable e inviolable, castigando a los astutos herejes con el fuego de la hoguera. Y sentando precedentes que los harían arder en su intrepidez.
- Si tan solo tuviese la oportunidad. Si se asomara hasta mi ventana, la tomaría por el cuello y la obligaría a decirme la verdad.
   Daniel se perdía cada segundo más en su divagación hasta que una observación de su profesora lo hizo volver de nuevo a la lección de literatura. - Daniel, preste atención, por favor. ¿Le sucede algo?, le inquirió mientras una larga y hermosa sonrisa acaparaba el rostro de la joven maestra.
- ¡No, no, disculpe pero estaba en otros pensamientos! le dijo él a ella, y esta le solicitó que leyera algunas páginas de El jardín de los cerezos de Antón, a lo cual Daniel accedió de inmediato; y así mientras leía y comentaban cada una de las páginas, el tiempo voló veloz y tan solo el ruido sobresaltado del timbre de salida los regresó al tiempo de realidad. Habló unos instantes con María sobre el curso de lengua rusa y con un dasvidánia  la profesora se aprestó a abandonar aquel recinto. Daniel la acompañó algunos pasos y luego se dirigió hacia el edificio de artes musicales, ya que su siguiente lección le esperaba. Caminaba con paso presto mientras jugaba, allegro ma non troppo con sus dedos, digitando y calentándolos, para desperezarlos, porque el piano y la guitarra, lo esperaban ansiosos en el cubículo musical. Nubes de muchachos y muchachas caminaban junto a él. Parecían hormigas, que brotaban interminables de dispersos hormigueros por todo el campus; salían segundo a segundo por doquier, y en sus mentes brillaban sus anhelos y metas.

La mañana era de una frescura envidiable; las zonas verdes reflectaban las imágenes de libros tendidos en el césped  y fluían absortos, emanando tremulantes en los ojos de miles de estudiantes. Daniel llegó hasta el hermoso edificio de dos pisos, y un tercero en construcción, y lo miró. Pensó en cada aula que abrigaba las ilusiones de cientos que como él, van y vienen con estrellas en sus frentes, anhelando doblegar el arte -por antonomasia- más noble del Universo: la música.
 El fiel guardián del inmenso tesoro lo recibió con ansiedad, y Daniel, percibió un intenso aire de tranquilidad que inundaba los pasillos; al contrario de lo que muchos creen, un conservatorio, es un sitio muy silencioso, porque los que ahí estudian, lo hacen en forma muy queda, para no perturbar la concentración de los otros, y así de esta manera, cada uno estará seguro de lo que están haciendo, y evitando ruidos in necesarios nadie molestará a nadie; por los pasillos fluían tenues acordes de pianos que se entrelazaban con las frases de las violas y cornos con sordina, que débiles escapaban por entre las paredes.
Daniel, abrió la puerta del aula y se percató de que su maestro había llegado antes que él, por lo que tras saludarlo se dispuso a dominar su lección. Daniel se sentó al tiempo que su maestro le entregaba una nueva partitura con un pequeño preludio de Bach, y dijo:
- Hoy, mi apreciado alumno, intentaremos lectura a primera vista, a lo cual Daniel no puso el menor reparo, pues aunque su solfeo no era el mejor del mundo, estaba seguro de poder leer el preludio. Después de algunos minutos el maestro le tomó otras pequeñas obras y Daniel sintió que todo estaba marchando fácil ese día, pues no tuvo que repetir mucho las partes para salir adelante con los ejercicios; pero cuando el maestro le preguntó por la obra principal de estudio : una de las sonatas de Beethoven, Daniel respondió que no había estudiado lo suficiente para exponerla, pues la noche antes había tenido que repasar literatura y aparte de esto no se había sentido muy bien, por lo que prometió estudiarla para la próxima lección. El comprensivo maestro le motivó al decirle, que él era un buen alumno, y que intentara salir adelante con su esfuerzo, pues él notaba que Daniel tenía aptitud suficiente para avanzar más y más en la música.
       En la siguiente lección de Armonía y Orquestación, Daniel escuchaba muy atento a su maestro, el señor Salas, pues de una forma u otra forma, Daniel se sentía sumamente atraído por la complejidad de los arreglos orquestales, ya que creía que de alguna manera el desarrollo del ser humano como un  todo, basaba su ulterior desarrollo como sucede en las obras sinfónicas, y si él lograba aprender bien los secretos que tal ciencia ofrecía, sería capaz de desenmarañar los conflictos de la existencia, pues la humanidad era una complejísima forma musical, la cual dispone las funciones de cada músico en su instrumento y de su participación en el transcurso de la obra depende que todo salga bien o mal. El director será el presidente, el cual debe velar para que cada músico haga exactamente lo que el jefe disponga, manteniendo el tempo y afinando correctamente, ajustándose a sus fraseos sin tener que equivocarse entrando mal o enredando la lectura de la particella correspondiente, lo que haría, a cada uno de ellos responsable por la buena marcha de las diferentes y variadas secciones de la orquesta. La aprehensión musical de una partitura orquestal es altamente compleja y requiere de muchos años y de intensas horas de minuciosa labor, porque al igual que esto, en el mundo existen tantas  sociedades con arreglos musicales, y todas necesitan estar bien dispuestas a la manos de sus intérpretes y directores, para lograr que todo suene según se indica por más extraño que sean los sonidos que la formen o según su rol dentro de la obra. Hay tantos directores malos como jefes de países, y también pésimos músicos como legisladores y compositores de todas las categorías, que son los que tienen en sus manos la disposición de las reglas y el orden de las ideas que han de regir la obra, haciendo que esta sea monumental y goce por el resto de su vida una aceptación plena de todos o tan solo sea un proyecto sin pies ni cabeza que por esas cosas de la vida, algunos tomen como modelo para sus fines más irracionales y perversos, porque sucede con siempre, que en el momento en que una manada de lobos hambrientos descubre que su cuota de poder y sus riquezas pueden ser más grandes a costilla de un montón de sordos y babosos, no lo piensan dos veces para poner en marcha su subliminales proyectos, y así lograr que todos caigan en la trampa de su captores, guiados sabiamente por su ingente idiotez.
     Al terminar la clase, Daniel, el señor Salas y dos estudiantes más, decidieron ir a la cafetería para continuar un poco la charla de música y otros asuntos. La cafetería estaba que reventaba. Era como un panal en plena actividad, pero aun así, lograron hacerse de una mesita al fondo de esta, por lo que después de instalarse con sus tazas de café, reiniciaron la conversación, pero esta vez el tema ya no era la orquesta sino las forma musical, por lo que Daniel giró sobre la era atonal, y su repercusión dentro de las nuevas generaciones de músicos. Las diferentes manifestaciones en pleno vuelo hacia el final del siglo, significaban de algún modo para él y el resto de sus compañeros, lo que una nueva teoría puede significar para un estudioso de astronomía o lo que un gran hallazgo de extraños fósiles puede ser para un antropólogo. La nueva forma musical europea cada vez más electrónica; el gran aporte de combinación de métricas dado por los ingleses y los alemanes y los rusos y los franceses. Gente que como Shostakovich, Stravinski, Holst, Bartok y otros tantos, que aún en grupos informales de música rock, como el gran trabajo de Fripp en King Crimson y de Banks y Rutherford en Génesis, daban mucho que pensar en las mentes de los jóvenes músicos, que como Daniel, apenas iniciaban tan larga travesía. Todos, pero particularmente- Daniel, atónitos analizaban la sublime manera en que estos compositores bebían de la fuente creativa de la música, mostrando el gran tesoro que yace oculto en sus entrañas, preservando la inagotable e infinita búsqueda que incansables extraemos del fascinante mundo de la música. Daniel todos los días, sacaba el trato para escuchar a Bernstein, a Copland y otros más que le mostraban las maravillas del arte. Trataba de ir cada vez que podía a las librerías para comprar libros con las partituras que pudiese encontrar, para sumergirse en lo más profundo de sus aguas y hallar la llave de la maestría El maestro Salas, un hombre de pequeña estatura, regordete y de grandes anteojos, asintió a Daniel en su prédica y dijo:
- Es en verdad, muy interesante su apreciación. Estudiamos a Zamacois, para adquirir nociones de armonía y de muchas formas su aporte es altamente valioso, también en lo que se refiere al estudio de la forma musical desde la antigüedad y desde el barroco hasta la era actual, pero hemos de intentar abrir la puerta de los grandes maestros y sus partituras  y así podremos obtener los recursos suficientes para obtener y comprender toda la sabiduría que encierra cada uno de ellos a partir de sus variados criterios.-concluyó Salas. Y entonces, después de mirar su reloj, se despidió de ellos. Los demás alumnos, decidieron permanecer un poco más en la cafetería y la conversación giró sobre las grandes virtudes del señor Salas para enseñar a sus estudiantes…

    Una extraña conversación llamó la atención de Daniel, una señora hablaba una exótica lengua en una de las mesas cercanas a la de Daniel y sus amigos, y al hacer un comentario al respecto, un profesor que se percató de la situación, dijo en tono suave a Daniel- Esa señora es profesora de griego-
Daniel agradeció la ayuda del profesor, y empezó a prestarle atención a la señora de tan extraño idioma, y de un momento a otro, recordó que algunas veces había encontrado caracteres y definiciones en los libros de filosofía y en algunas obras de Joyce, y a su mente volvió el recuerdo de que alguna vez pasó por su cabeza la idea de estudiar esta lengua pero con el tiempo se le olvidó, por lo que ahora que por primera vez escuchaba a una persona hablándola, le parecía que era el momento para buscar un curso de este idioma, por lo que al día siguiente trataría de averiguar algo al respecto, pero de nuevo las circunstancias traicionaron a Daniel, y tuvieron que pasar algunos años antes de que esta lengua se convirtiera en algo rutinario para Daniel y en algo que él nunca se imaginó que llegaría a influir tanto en su largo trajinar por el lenguaje y la literatura y la filosofía. Al terminar el período de descanso, Daniel se dirigió hacia el aula de guitarra clásica. Entró y puso las partituras sobre el atril; al llegar su profesor, este le pidió a Daniel que de inmediato iniciara la interpretación. Ese día tenía que tocar el Vals número tres de Lauro y el Bourré en Mi menor de J. Sebastián Bach. Daniel tocó y las observaciones de su buen maestro hicieron que la lección transcurriera muy fluida e interesante, ya que Daniel tan solo cometió algunos pequeños errores. Después, el maestro, un hombre flaco, enjuto y muy talentoso, colocó otras partes sobre el atril y efluvios infinitos de notas surcaron el espacio del recinto de estudio, al tiempo que fantasmas de otras eras aparecían en las huesudas y notables manos del maestro que con mágicas notas dejaba salir a través del instrumento las melodías de la gran y eterna obra de los grandiosos Tárrega y Sor, para lograr  explicarle claramente a Daniel cuales serían las obras que estudiarían durante las próximas tres semanas. Daniel, absorto escuchó y anotó en su libro los nombres de los temas. Daniel sabía que solo interpretando a los grandes le abriría la puerta al conocimiento que buscaba. Pues de conformarse con los mediocres o con ejecutar la música de intérpretes de carácter popular, no avanzaría, ya que desde hacía mucho tiempo, creía que la música popular arrastraba un atraso de casi cien años en relación con la música seria y formal, por lo que era preciso, zambullirse en lo profundo de la aguas del conocimiento de estos grandes genios de la música. Sabía, que algún día podría tocar el Concierto en Re mayor de Vivaldi para guitarra y orquesta, pero la espera solo podría ser acortada tras meses y años de la  incesante e incansable práctica. Pensaba en Antonio rodeado de musas escolásticas que ofrecían sus frutos cual uvas del viñedo al compositor.
Después de este pequeño recital, pues también Daniel hubo de interpretar otras obras, se sintió satisfecho con la forma en que sus estudios y habilidades avanzaban, pero cansado de tanto esfuerzo, decidió marcharse a su casa a reposar un rato y después del almuerzo, regresaría a clases para asistir a los otros cursos. Se fue a esperar el bus que lo llevaría a su casa, por lo que se sentó en el pretil un rato, y rodeado de otros estudiantes, que esparcen un poco su ocio ahí. Llegó y se sentó. Abrió su libro y donde la cinta negra le indicaba que el camino continuaba ahí, empezó sin demora la lectura. No se percató, de que muy cerca de él, una muchacha no dejaba de mirarlo fijamente. De repente se percató y ante sus ojos apareció una hermosa y bella joven de piel de bronce, luminosa como un sol poniente, de cabello castaño y ojos de azules atrapados en las lejanas montañas; una pequeña son-risa apenas se insinuaba en sus labios de vuelo de mariposa como se percibe el olor de una rosa en la diáfana mañana.
 Daniel so supo cómo corresponder y desvió sus ojos hacia el corazón de la multitud para escapar presuroso en medio de cualquier cosa que pudiese apartarlo de tan bellos y cautivantes ojos. Ella insistió en acongojarlo mientras que en sus manos, perezoso un libro esperaba ansioso que sus páginas se abrieran, y así dejar escapar todo su saber. Al fin ella abrió el libro, y tras devorar un par de páginas se acercó un poco a Daniel - que la miraba de reojo- y sin demasiada demora le solicitó _ ¿Tienes un cigarrillo por casualidad? Daniel, confundido y tragándose su tímida saliva llevó sus manos a la bolsa de su camisa y le extendió el paquete. Ella tomó uno y Daniel con temblorosas manos lo encendió. Ella acarició suavemente las largas manos de ferrocarril de él, y lo obsequió con unas dulces - ¡Gracias! En este preciso y precioso instante, Daniel pudo ver en toda su extensión cuán hermosa era ella, pero su turbación le impedía decir cosa alguna, por lo que optó por ensimismarse de nuevo en su lectura. Ella, fumaba en cortas succiones y arrogante soltaba muy despacio el fin humillo cancerígeno. En su mente él, retenía la dulce fragancia que ella le dejó al acercarse y sus manos delicadas de bailarina de ballet dejaron impregnadas la suavidad del terciopelo en las flacas manos de él.
- ¡Disculpa mi atrevimiento!, dijo ella tratando de romper el hielo -...pero fumo muy poco y no sé por qué ahora sentí deseos de hacerlo-
- No se preocupe. No ha sido ninguna molestia.-dijo Daniel.  Ella sonrió de nuevo y abordándolo otra vez le comentó-
- ¡Bonita mañana la de este día, sin embargo se ha puesto bastante caliente hacia el mediodía!  -
_ ¡Sí! ! Parece que tendremos calor para rato!-, se animó a decir nuestro héroe, aunque su timidez no lo abandonaba del todo, a pesar de que la belleza de tan singular mujer lo mantenía extasiado y casi mudo.
- ¿Qué estás leyendo?, preguntó ella, acercándose aún más a Daniel.
- Fausto de Goethe _ contestó lacónico, Daniel
- ¡Vaya! ¡Qué interesante! acotó ella
- ¿Y Usted?, replicó este.
-  ¿Yo? ...¡Ah!, nada tan interesante como lo tuyo, tan solo repaso mi libro de Introducción a la Sociología, ya que en la tarde tengo quizá y dentro de una semana mi primera exposición sobre este tema, y aún estoy un poco atrasada en mi revisión. ¿Usted qué carrera sigue?, aunque seguramente debe estar muy emparentada a la filosofía ¿no?
- ¡Bueno!, este semestre llevo unos cursos de literatura, ya mi meta es ser escritor, pero al mismo tiempo matriculé un curso de filosofía y llevo los cursos propios de mi carrera que es Música, pues estudio para compositor de obras sinfónicas - dijo totalmente libre de presión Daniel, quién hasta ese momento se sintió seguro y su temor lo arrojó al cesto de la basura, ya que ella le había inspirado al fin la confianza que necesitaba. Daniel, no era ningún cobarde al tratarse de hablar con una mujer, lo que le sucedía siempre era que le tomaba tiempo entrar en calor, porque aunque su carácter a menudo era pasivo y frio, siempre se sentía muy atraído por las féminas y su insondable belleza. Armado ya de valor, le preguntó - ¿Cómo te llamas?
  Ella premió su arrojo con una dulce sonrisa y contestó
- Rosalba...Rosalba Borbón Macaya... ¿Y tú?
- Yo me llamo Daniel...Daniel Solera y vivo en Tibás ¿Tú dónde vives? -
- Vivo en Heredia, en un lugar llamado San Francisco...
 Y así, de esta manera Daniel Y Rosalba se conocieron un poco, y aunque durante algunos minutos, ella le preguntaba sobre el porqué seguía esa carrera, Daniel intentaba hablar de sus proyectos como músico y como escritor, y entre la maraña de sueños y de ideas le explicó rápidamente, por lo que ella le escuchaba atenta, absorta, le dio a entender que en gustos musicales era un poco más trivial y que por lo general, estaba más al tanto de la moda y lo serio y formal no era algo que le apasionara demasiado, ya que su meta era estudiar Sociología, y que por estar ella en segundo año de carrera, la buena literatura y ese tipo de música rara no le llamaba en lo más mínimo la atención, y que seguramente al finalizar el año, se trasladaría a los Estados Unidos para concluir sus estudios en ese país. Daniel silencioso la escuchaba, y al mismo tiempo, no podía dejar de compararla con  ese montón de estudiantes que pasan por la universidad, y que aun logrando obtener un título, nunca llegan a conocer el trabajo de los grandes escritores y músicos.  Rosalba y Daniel, se miraban silenciosos y tan solo atinaban  a sonreír; tal vez se decían muchas cosas que no se atrevían a exteriorizar, porque de una u otra forma se sabían imposibles. Una insistente bocina los despertó de nuevo al mundo y Daniel tan solo pudo escuchar un breve- adiós -, en el justo momento en que ella se ponía de pie, escapando rauda y veloz, hacia un lujoso Mercedes Benz, que la esperaba. Ella era alta y en su blusa de fino encaje europeo se marcaban dos medianos pechos como los de una musa del Olimpo. Daniel, la siguió paso a paso y vio su cuerpo delgado aprisionado en sus pantalones vaqueros de marca francesa. Su cintura estaba muy bien demarcada en su territorio. Antes de subir al automóvil, miró a Daniel, y despidiéndose con su mano, le dijo - ¡Nos vemos otro día!-subió al auto, y en un instante, se perdió como un sol poniente en el inmenso mar de carros. Nada escapó de su mirada; cada detalle se grabó preciso en la mente de Daniel... Solo ella podía ser lo que durante tanto tiempo se retorcía abstractamente en lo más profundo de su cerebro, ya que él anhelaba algún día poder encontrar el complemento ideal de una mujer que sería  el jaque mate de todos sus sueños rotos. Un par de minutos después, abordaba el autobús universitario que volando lo llevaría rumbo a su casa. Durante el trayecto, miles de ideas y pensamientos como nubes en el cielo surcaron la mente de Daniel-
¡Sé que le agradé!... ¡Es realmente hermosa! - Añoró el siguiente día con la esperanza clavada en su cabeza de encontrarla nuevamente, aunque de repente un mal presentimiento saltó como un lagarto sobre su presa- ¿y si no la vuelvo a ver? ¿Si me corresponde para luego irse para los Estados Unidos?  Ni siquiera sé si quién vino por ella es su novio, o tal vez está pretendiéndola ¡Qué tonto soy! -
Estaba triste y feliz a la vez. Ansioso y desesperado pero su esperanza tenía que amarrarla y no dejarla partir, su sueño apenas iniciaba y todo se levantaba para luego destruirse en su mente confusa. - Y si su intención de acercarse por un cigarrillo fue tan solo eso- ¿Estaría él mal interpretando la repentina aparición de tan hermosa mulher? ¡Debo estar mal en mi cerebro! ¿Cómo se va a interesar en mi alguien que parece ser de la alta sociedad? Sus padres deben ser ricos y yo que apenas tengo para medio estudiar y pasarla. ¡Bah! nada de esto es más que un ingrato espejismo que ha tomado forma en el desierto de mí ahuecada cabeza y todo ha de resbalar hasta el fondo de mi mohoso laberinto. Llegó a su casa y se incrustó en su habitación como una espada en el cuerpo del enemigo. Su cabeza le dolía terriblemente y se negó a almorzar cuando su madre lo llamó. Ese día no quiso regresar por la tarde a sus lecciones y tan solo decidió dormir por el resto de esta. Hacia las 6 y 30 pm, su madre lo despertó y le obligó a comer algo, pues estaba preocupada y ante la negativa a cualquier explicación por parte de Daniel, se debatía en la angustia y pensó que era mejor llamar a un médico para que lo chequeara y así estar ella más tranquila pero Daniel se opuso rotundamente y en un arranque de ira se encerró de nuevo en su cuarto. Él no quería ofender a su madre, simplemente tanta protección lo sacó de quicio por un momento, pero ya tranquilo, salió y se disculpó con ella. Hacia las 8 de la noche, abrió sus notas del curso de latín y se puso a estudiar. Esta lengua lo cautivaba al igual que las otras que seguía, y aunque la tuvo abandonada durante todo un año, había regresado a ella y ahora más que nunca se sentía atraído por su fascinante composición. La universidad, era todo un reto para Daniel, pero no desde la perspectiva que la gran mayoría de alumnos desarrollan, sino desde la panorámica interior de avanzar en cuanto al todo dialéctico, por este motivo, Daniel, que en este espacio de su vida contaba con casi veintidós años, siempre había matriculado cursos de otras carreras que en apariencia no se relacionaban con la suya. Se eximió en Generales tras el primer semestre; entonces matriculó Poesía Social, Latín y Fundamentos de Sociología; en el segundo año llevó cursos de Inglés, Historia Precolombina y Geología; luego Italiano y Francés, Gramática Inglesa y Apreciación de cine,- esta materia, era de todas formas obligatoria- por lo que la llevó para también ganarla lo más pronto posible, aparte de que el paso por el curso abrió la puertas al entusiasmo por este gran arte, lo que hizo que durante el resto de sus días se interesara por las grandes películas de Bergman, Buñuel, Passolini y muchos otros excelentes directores, causándole una enorme impresión en una nueva forma de analizar todo lo concerniente a la visión existencial de los grandes maestros del sétimo arte y su intrínseca relación con la literatura y la dramaturgia, que seguiría en los años postreros. Con el tiempo, estuvo en el dilema de matricular cursos de leyes pero desestimó la idea, por considerar que esta carrera tan solo la matriculaban los tahúres y los desalmados y tan solo unos pocos defensores de lo imposible se sometían a semejante tarea, con la no muy clara óptica de salvar el mundo de todas sus injusticias y perversiones; a fin de cuentas, de todos estos intrépidos terminaban como mártires en la cruz. Por un par de años anduvo de curso en curso, instruyéndose en cuanta cosa se le ocurría, pero sin pertenecer del todo a ninguna carrera, hasta que al fin ingresó en la Escuela de Artes Musicales, y se había mantenido con más dedicación a todo lo que significaba este arte como tal; sin embargo tomaba unos cursos de literatura y estaba aprendiendo la bella lengua portuguesa, por lo que, su cerebro era como la mesa de un buffet, donde se servían platos de todas las clases, y de una u otra forma, esto causaba cierta clase de caos en su mente, pero él no le prestaba mucha atención a toda esta situación, porque su único propósito era aprender y como una esponja, absorber todo lo posible para no tan solo ser un simple músico sino un gran erudito. El arte era su leit -motiv  de vida: un cuerpo vestido de conocimiento…

…el día siguiente

   El día siguiente, Daniel corrió presuroso al mismo sitio y ahí estaba ella; lucía radiante y ansiosa. Se saludaron muy efusivos y de sus ojos brotaban efluvios chispeantes de una especie de deseo y pasión extraña. Conversaron durante al-rededor de veinte minutos y acordaron verse por la tarde, para asistir a lecciones juntos,  ya que ella le pidió que la acompañara a una de sus clases, - lo cual Daniel aceptó con todo el deseo del mundo -; ella le notó encantado y antes de despedirse, le dio un pequeño beso en su mejilla, por lo que Daniel, estaba que no se cambiaba por nadie.
  La tarde llegó y con ella la felicidad; asistieron juntos a la clase de sociología y después tomaron rumbo a la cafetería; ya sus manos se habían entrelazado y ambos parecían estar muy a gusto el uno con el otro. Ella le contó que no estaba comprometida con ningún muchacho, y que en toda su vida, tan solo había tenido una relación formal con otra persona durante casi dos años, pero que esta había llegado a su fin hacía unos tres meses, y que por su lado no le interesaba de nuevo reanudarla, ya que tenía otras cosas más importantes que hacer en su vida. Durante toda la semana asistieron a diversas actividades de la universidad, y ya habían dejado de mirarse tanto, por lo que ahora los ardientes besos eran cosa de cada segundo. Daniel se sentía muy bien y después de tantas frustraciones sentimentales, por primera vez en mucho tiempo no cabía en sus zapatos de felicidad. Ella le pidió tiempo, pues quería que maduraran su relación antes de llevarlo a su casa, y también se negó a aceptar que él la  llevara a la suya a conocer a su madre. Casi un mes pasó y cada día el amor entre ellos parecía crecer más y más.
     Un lunes, Daniel la esperaba tan ansioso como siempre, pero ella no llegó, y aunque él la buscó entre el océano de estudiantes no pudo divisarla en ninguna parte. Él no sabía qué hacer, pues no se habían hablado el día anterior porque ella tuvo un compromiso de familia, y él tan solo pensaba en ella, imaginándose que podría estar enferma o algo así por el estilo, pero debería esperar que ella se comunicara, ya que habían acordado, que él no la llamaría bajo ningún pretexto a su casa, y Daniel sabía que no debía romper su promesa, pues todo podría tomar otro giro en su relación.
Esperó todo el resto del día pero ella no llamó, y así fue el día siguiente y el subsiguiente ¡Ella no apareció más!!!!
                                       FIN CAPITULO 1-A
       


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