martes, 14 de junio de 2011

La habitacion del sabio







Era la primera vez que entraba yo en aquella habitación; la luz transpiraba apenas por las persianas, que inexorables trataban de impedir su ingreso. Las paredes, lucían reminiscencias desteñidas, de algo que había sido talvez pintura. Una vieja biblioteca oscura, era el mayor orgullo de aquel cuartucho. El me indicó que avanzara, y abrió las portezuelas de la antidiluviana biblioteca .Sacó algunos libros, e inquirió con voz quejumbrosa : "Esto es todo lo que me queda; aquí están los fascículos de Cuervo, algunos libros de Bello y otros de Darío; también tengo los discursos completos de Lincoln en inglés; esto casi nadie lo conoce.¡ Tome, tome ¡, véalos por usted mismo y, sin embargo, casi todo he tenido que venderlo por sumas ridículas. Hace un año que estoy sin trabajo...He optado por vender los libros, porque nadie me busca para trabajos y por esto, no consigo ni para medio comer. La Universidad X, me encargó una traducción; les pude enviar tan solo la mitad, pero UD sabe, hay que terminarla y enviar el resto, si no, nunca me pagarán.


Ahí tengo un artículo para La Nación, pero apenas me pagan doscientos colones ,de seguro creen y se dicen: "Ese no gasta mucho tiempo haciéndolos ", pero no saben que para desarrollar un buen artículo, se requiere de horas... Ayer regalé, por no decir que vendí, mi máquina de escribir, total, a lo mejor y consigo una prestada, si la necesitase. Caminaba por la habitación, guardaba un libro y, seleccionaba otro, suspiraba y decía”: Son treinta, treinta largos años, de estudiar, de devorar insaciable la lengua castellana... Treinta largos años y, ¿para qué?¿De qué me sirven, si me estoy muriendo de hambre? Mire esos dibujos en la pared, los hice yo, y modestia aparte, no tienen que envidiarle nada a los de ningún otro buen dibujante. Tome este diccionario, siéntalo, lleva casi veinte años y, desde que lo conseguí, no he dejado de estudiarlo analítica y semánticamente. Tómelo, mire las miles de marcas. Lo tengo todo aquí en mi cabeza"; guardó el grueso diccionario, que reflejaba en su piel, el sudor de su terrible guardián. Me relató una anécdota de Darío, en la que su apoteósis se vislumbró claramente. Me habló del lenguaje; del profundo y exhausto estudio de este como ciencia. Miró el teléfono :"No lo pagué, ya no suena .Es insólito, agobiante y desconsolador. Es más, tengo algunos libros que ni la Biblioteca Nacional tiene...".



Se perdía en la angustia y en la soledad de su mundo en caos..." Bueno sí, yo podría ayudarlo con sus manuscritos. Tráigalos y se los reviso...¡Ay, nadie sabe, nadie sabe... " Cogió otro "libro sagrado "y dijo :"Los ingleses no gustan demasiado de Shakespeare, porque usa mucho Latín, y porque la gran mayoría de palabras y expresiones están fuera de uso hoy en día. Los ingleses no acostumbran investigar en el diccionario, son perezozos. Se necesita para leer a Shakespeare, de por lo menos cincuenta mil palabras bien estudiadas, y es por esto, que son muy pocos los que le comprenden. Necesito vender estos libros en francés, pero aquí es bastante difícil porque casi nadie entiende ni se interesa en esta bella lengua". Hablamos de Nietzsche y de Chejov; al hablar de García Lorca,una gran tristeza lo embargó, al recordar que lo habían terminado tan jóven; guardó silencio unos instantes, como abstraído en lejanos pensamientos y...de pronto regresó :"Bueno, le dejo. Necesito bañarme. Le espero nuevamente por aquí, traigame sus escritos, le ayudaré en todo lo que esté a mi alcance ".



Nos despedimos, y yo salí de aquella habitación. Le dejé parado en la puerta, mirándome mientras sus manos, brindaban calor a uno de sus libros. Sus cortos cabellos blancos, dejábanse mecer por la tenue brisa de la tarde que recién comenzaba...Nunca volvería yo a entrar en aquella habitación. Nunca le volvería a ver. El aún no viejo y frustrado sabio del lenguaje, murióse ad libitum,- mitad alevosía, mitad premeditación - esa misma tarde al expirar esta...



A Alvaro Sánchez Mejía In memorian



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